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Quítenle el respirador a ese viejo

respirador


Veníamos de una gran revuelta mundial. Una sociedad cansada en casi todo el globo
terráqueo exigiendo condiciones dignas en la educación, la salud, el trabajo y el medio
ambiente: toda una crisis institucional. Así fueron los meses anteriores al estallido de la
emergencia sanitaria más grande de los últimos tiempos. (Léase Del Cólera al “Coronaâ€.
Un déjà vu en la historia de Colombia).

Otros grandes motivos hicieron salir a la muchedumbre por las calles: el daño ambiental,
la dictadura del machismo, la falta de oportunidades y la corrupción. Y estos son solo
algunos de los motivos del estallido social que no se logró gestar completamente.
Mucho se ha escrito en los medios digitales sobre el primer gran cambio que tuvo nuestra
sociedad ante el virus. Las filas de espera ya no son las mismas. Ya no pasan primero
los ancianos o los discapacitados, ¡no!, Ahora van de últimos. En los sistemas de salud
en los que el virus entró sin previo aviso, “no hay cama pa’ tanta genteâ€, o mejor, no hay
respiradores, ni UCI para los que otrora iban de primeros en las filas.

Pero no solo nuestros padres y abuelos la pasan mal. La crisis del Estado posmoderno
no se arreglará con esta pandemia. Los gobiernos centrales perdieron mucho
protagonismo, los gobiernos locales se hacen más visibles en la defensa de los intereses
de sus coterráneos. Bueno, no es así en todos los municipios de Colombia. En muchos
de ellos la corrupción también mostró fuerte brazo y sacó la peor cara de nuestra clase
política nacional.

El Estado no recuperará el protagonismo a punta de subsidios y auxilios a los sectores
más afectados por el coronavirus, ¡no! El Estado posmoderno está demostrando su cara
más agria; es un viejo decrépito y prostático que padece hipertensión, diabetes y cáncer.
Está invadido de tumores malignos de corrupción, y lo remata una EPOC adquirida por
malos hábitos de una loca juventud. No creo que volvamos a los Estados autoritarios, a
pesar de que vivimos bajo uno constitucional pro tempore. Veremos un Estado más
lejano. Los particulares, y tal vez la sociedad civil, serán los gestores directos de cada
vez más prestaciones que antes eran del Estado, a pesar de que la izquierda ciega crea
que debamos volver al estado gendarme o prestador de todo, o a la pésima idea que todo
sea servicio público.

Habrá flexibilización en todo al principio, y serán los privados los que mejor gestionen los
recursos del Estado-Pero difícilmente esa pelota volverá a este viejo, que ya estaba
enfermo antes de que el Covid llegara. Sin embargo, no deben ser los privados quienes
presten los servicios bajo el libertinaje, tal y como lo constata la situación del sistema de
salud colombiano, que en investigación, prevención y epidemiología estaba rajado,
porque no era negocio.

Igual sucede con la política de la vivienda social. Hoy, entre cuatro y diez personas, en el
peor de los casos, “viven†en los habitáculos precarios, producidos en masa con dinero
público. Auténticas cajas de fósforos en tiempos del Covid. Aún hoy siguen gestionando
estos intereses los voraces agentes del mercado inmobiliario que no retornan plusvalías.
Sin un rol más proactivo de la sociedad civil, se seguirán fabricando estos focos de
miseria patrocinados por el mercado inmobiliario. No tardarán en llegar las reformas y
espaldarazos soportados en detrimento de las ciudades y sus condiciones de
habitabilidad, menos espacio público, menos equipamientos y, claro que sí, menos
plusvalía (al tratarse la crisis desde un enfoque eminentemente económico, la plusvalía
de seguro se dejará de cobrar por varios años, lo que es un craso error). Es posible que
la gente entienda la precariedad de sus espacios de una manera más fría, casi cruda y
sepa que debe exigir mejores condiciones de vivienda.

En cuidados intensivos está el Estado posmoderno. Por eso, querido personal de salud,
quítenle el respirador a ese viejo, y ojalá se dé un cambio.

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